Las denuncias por fumigaciones en escuelas rurales se
volvieron una constante en buena parte del territorio entrerriano. La
falta de control a los aplicadores de productos químicos y una cadena de
responsabilidades que nunca se cumplen impiden que se pueda resguardar
el derecho a la salud de los trabajadores de la educación. Con una ley
que requiere de actualización y de un profundo debate entre legisladores
y representantes de organizaciones ambientalistas, productores, y otros
actores, la salud de la población se pone en juego ante una permanente
amenaza en forma de fluidos dispersados por cielo y tierra. Y lo que
sucede en instituciones educativas del ejido rural es solo una muestra
de un problema mucho más profundo, que involucra a localidades cercanas a
plantaciones de monocultivos, o como en el caso de la localidad de San
Salvador, donde las personas enfermas de cáncer aumentan en niveles que
todavía no es posible explicar. En un reciente relevamiento realizado
por la Red Universitaria de Ambiente y de Salud – Médicos de Pueblos
Fumigados en esa ciudad del centro este de la provincia se pudo
comprobar que una de cada dos personas muere por esta enfermedad. Este
medio ya se había ocupado del tema en marzo de 2014, dando cuenta del
alarmante crecimiento de la patología según un estudio encarado por el
grupo de vecinos autoconvocados Todos por Todos.
El legislador oficialista destacó que pese a las buenas intenciones puestas en dotar a la norma de adecuaciones necesarias a los tiempos que corren, la falta de aceptación de las partes involucradas hizo que el proyecto naufragara. “Era una ley para controlar, para regular, para beneficiar a la producción y cuidar a la ciudadanía. Fueron denuncias anónimas en contra del proyecto. Decidí abrirme de la iniciativa y quedarnos con la ley vieja”, fundamentó. El titular del bloque del FPV se lamentó por los cuestionamientos que recibió el trabajo de la comisión, en alusión a denuncias donde se advertía que “a los senadores nos darían plata para esta ley los tipos que hacen los agroquímicos. La archivamos y listo. Estábamos pagando el costo de algo en lo que no teníamos nada que ver”. Frenado el avance por la resistencia de ambientalistas y referentes de la salud, Cresto emplazó a que esos sectores “tomen la iniciativa para que se vote la ley”, y que “le hagan las modificaciones que consideren pertinentes”. Conocida esta posición, es poco probable que la ley sea reformulada, ni tampoco se actuará de oficio.
Otra iniciativa, que tenía, en principio, el visto bueno de estos sectores (impulsada por César Melchiori (PJ-Islas) no fue estudiada hasta el momento en comisión. Mientras tanto, en la provincia rige la Ley de Plaguicidas N° 6.599, que data de 1980. En su artículo 13 indica: “Queda prohibida la aplicación aérea de plaguicidas agrícolas dentro del radio de 3 kilómetros. A partir del perímetro de la planta urbana de los centros poblados”. Pero esa distancia fue siendo reducida por resoluciones posteriores.
El fin de semana el juez del Tribunal de Apelaciones de Gualeguaychú, Eduardo García Jurado, había evaluado que la norma “no se cumple y que el Estado provincial no ejerce ningún control y por ello es responsable indirecto de las consecuencias de no ejercer ese poder de policía que la ley vigente establece”.
En diálogo con Máxima, analizó: “Ahora se quiere reformar esta ley, pero lo que hay que potenciar en realidad es el poder de policía”.
Ambientalistas apuestan a la prevención
Organizaciones ambientalistas y dirigentes gremiales del ámbito educativo resolvieron reunirse para diagramar el funcionamiento de un equipo de voluntarios abocados a la tarea de prevenir fumigaciones, tanto en poblados como en caseríos rurales. Así lo informó la integrante de la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú, Gilda Bilinski. “Estamos trabajando en el tema con la Asamblea, el Foro Ambiental de Gualeguaychú, directivos de las escuelas, la Policía de Abigeato y gremialistas de Agmer”, precisó. La militante consideró: “La gravedad de la situación nos preocupa mucho, por eso estamos trabajando en la prevención con el voluntariado”.
Si bien estimó que existen leyes tendientes a regular el uso de agroquímicos en zonas rurales, expresó que las mismas dejan de ser efectivas “porque no hay un órgano de control que las haga cumplir”. Entre los actores que apoyan esta causa, valoró la actuación del vocal del Consejo General de Educación Héctor De la Fuente. “Queremos convocar a todos los docentes previa realización de un mapeo de las zonas fumigadas con los dueños y arrendatarios de los respectivos campos”, acotó. Hizo notar que son cinco los aviones patentados en la provincia con autorización para pulverizar en la provincia. Como la docente Estela Lemes de Gualeguaychú, a quien se le detectó presencia de un insecticida en la sangre, la ambientalista contó que también padece el mismo problema. “A mí también me dio positivo el análisis promovido en la audiencia pública realizada en el Congreso de la Nación”, explicó.
En cuanto a las consecuencias que provocan en la salud de la población los químicos, evaluó: “Todos los que vivimos en zonas rurales estamos afectados”, al tiempo que se esperanza en que se hagan cumplir con los protocolos de actuación ante las denuncias cada vez más comunes por aspersiones.
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