El carnaval en Victoria es quizás una de las expresiones populares más queridas y esperadas por sus habitantes. Son muchos los vecinos que trabajan en sus tiempos libres pegando plumas, piedras y lentejuelas, soldando espaldares y estandartes, y dándole forma a grandes estructuras que se transformarán en las majestuosas carrozas que asombran año a año a un público tan masivo como heterogéneo, dispuesto a deleitarse con el show de las distintas comparsas.
Al son de las batucadas, que impregnan de ritmo, brillo y color a las noches de la ciudad, son entre 15.000 y 20.000 personas las que se congregan por noche para disfrutar del espectáculo que a lo largo de 80 años fue creciendo hasta convertirse en uno de los atractivos más convocantes de la región.
Victoria ostenta el atributo de ser la Capital provincial del carnaval, un evento que mueve importantes sumas de dinero. La particularidad que tiene este expresión en las Ciudad de las siete colinas, según aseguran sus protagonistas, es que en el perímetro que se dispone como corsódromo en las noches en que hay desfile, puede participar el que quiera. “La gente puede entrar, mezclarse con los pasistas, bailar y sacarse fotos con ellos”, contó con visible entusiasmo Carlos Gabirondo, quien desde hace 13 años es percusionista de la batucada Obrigado Batería, pero hace alrededor de dos décadas participa en esta manifestación que llena de alegría a su pueblo y que por otra parte logra reunir a miles de lugareños y visitantes, que se disfrazan para formar parte de Terror do Corso, la movida popular que empezó en 1967 y que convoca cada vez más a personas que desean sentir la adrenalina de expresar una pasión espontánea bajo un disfraz.
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